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Piedra Del Sol

Aunque es más conocida con el nombre de Calendario Azteca, se trata de una representación profusa del dios Tonatiuh, a quien se vincula con el Quinto Sol. El nombre de calendario le fue dado debido a la representación de los glifos de los días que rodean la cara de Tonatiuh.

Encuentro entre Moctezuma II y Hernan Cortes

El primer encuentro de Hernán Cortés con el emperador Moctezuma II, se dio el 8 de noviembre de 1519 y se dice que se efectuó en la confluencia de las calles de República del Salvador con la Avenida Pino Suárez, de acuerdo con la traza actual del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Quetzalcoatl

El dios tiene varias etapas, primero como deidad olmeca, tolteca, maya como Kukulcán y más tarde en el grupo de los dioses aztecas. Es claro como la cultura tolteca tomó la figura de este dios de la tradición religiosa de Teotihuacan en donde se encuentra una pirámide dedicada a la serpiente emplumada que data del siglo II de nuestra era. Sin embargo tiene una raíz histórica más antigua. Los estudios recientes demuestran que este personaje se relaciona con la Mitología olmeca y con su visión de la serpiente emplumada.

Piramide del Sol

La Pirámide del Sol es la edificación más grande de Teotihuacan y una de las más grandes de Mesoamérica. Se encuentra en la Calzada de los muertos, entre la Pirámide de la Luna y la Ciudadela. La pirámide forma parte de un gran complejo situado en el centro de la antigua ciudad.

Popocatepetl y Iztaccihuatl

La Leyenda de los Volcanes es la leyenda que interpreta a dos personajes de la mitología mexica, cuya leyenda en sus diferentes versiones explica la aparición de los volcanes Popocatépetl (la montaña humeante) e Iztaccíhuatl (la mujer dormida) en el Valle de México.

Sunday, December 22, 2013

Artefactos aztecas

Piedra De Tizoc

La Piedra de Tízoc o Altar de Sacrificios Gladiatorios es una gran piedra circular con grabados de origen azteca, redescubierta el 17 de diciembre de 1791 en la Plaza Mayor de la Ciudad de México.

Se cree que puede haber sido un cuauhxicalli, que era un vaso o recipiente ceremonial de piedra usado por el pueblo azteca para colocar los corazones de los humanos sacrificados en sus ceremonias. Sobre ella se realizaba el ritual de sacrificio gladiatorio que consistía en la lucha entre el guerrero cautivo que estaba atado a la piedra y tenía por arma solamente una macana de madera adornada con plumas llamada macuauhuitl quien luchaba con guerreros aztecas a su vez armados con macanas de madera con incrustaciones de obsidiana. Según fuentes históricas, el guerrero Tlahuicole luchó y mató a ocho de sus adversarios, e hirió a otros veinte. Ante esta muestra de valentía, a Tlahuicole le fue perdonada su vida, pero él rechazó esta oferta y prefirió ser sacrificado.

En su canto hay representaciones de Texcatlipoca, uno de los principales dioses aztecas, o según otras fuentes del gobernante Tízoc, el Huey Tlatoani entre 1481 y 1486, vestido como el dios Huitzilopochtli y de ahí el nombre que se le ha dado a esta piedra. La figura descrita sujeta por los cabellos a jefes de otros pueblos, que era una forma bastante común en su época de representar a los vencidos en batalla.


Penacho de Moctezuma


Se conoce como Penacho de Moctezuma a un quetzalapanecáyotl o tocado de plumas de quetzal engarzadas en oro y piedras preciosas que actualmente se encuentra en el Museo de etnología de Viena, en Austria, que según la tradición perteneció al tlatoani Moctezuma Xocoyotzin (1466-1520), aunque no hay certeza histórica de ello, ni autenticidad de su antigüedad.1 2 Incluso que sea un atavío para la cabeza ha sido cuestionado.3 A lo largo de varios siglos, la pieza ha cambiado de dueños en varias ocasiones hasta parar en Viena, Austria. Durante el siglo XX fue parte de una campaña nacionalista promovida desde el gobierno mexicano para exaltarla como una pieza que debe ser devuelta a México, en donde hay una réplica en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, que a pesar de las investigaciones actuales se sigue presentando como tal.

El penacho es en realidad un quetzalapanecáyotl, una obra de los amantecas o artistas mexicas especialistas en la creación de objetos con plumas. Tiene una altura de 116 cm y un diámetro de 175 cm. El centro del penacho está hecho con plumas azules del ave xiuh totol, y tejuelos de oro en forma de medias lunas con piedras preciosas. Sigue una zona rosa de plumas de tlauquechol y otra zona de plumas marrones de cuclillo, de donde sale una hilera de plumas verdes de quetzal, algunas de hasta 55 cm. de largo. Sigue otra zona también de plumas de quetzal. En total tiene más de 400 plumas de quetzal. A pesar de que en la actualidad está muy deteriorado, su valor estimado por el gobierno austriaco es de 50 millones de dólares[cita requerida].

A finales del siglo XIX varios investigadores europeos, como Hochstetter y Eduard Seler se interesaron por la pieza. La identificación como quetzalapanecáyotl se debe a la antropóloga estadounidense Zelia Nuttall.4 El penacho fue depositado en el Museo Etnográfico de Viena durante la Segunda Guerra Mundial, junto con otros objetos prehispánicos, que se han identificado con objetos litúrgicos del culto a Quetzalcóatl y Ehécatl.


La historiadora e investigadora mexicana Carmen Cook de Leonard afirma que esta pieza es solo uno de muchos penachos que poseía Moctezuma y no se trata de una pieza única e irremplazable. Moctezuma poseía muchas riquezas y utilizaba diferentes ornamentos como este. Según esta teoría, Hernán Cortés entabló conversaciones con Moctezuma quién le incita a convertirse a su religión católica monoteísta y a ser vasallo del rey Carlos I. Esto concientizó a Moctezuma de la guerra que se aproximaba y probablemente para comprar tiempo para organizarse dio a Cortés en conjunto con otras 158 piezas este penacho, en forma de regalo para su rey, Carlos I.5 Así, estas piezas fueron inventariadas y enviadas a Europa, a Alemania, donde en ese momento residía el rey. La pieza fue olvidada y muchos años después fue descubierta, restaurada y utilizada como símbolo del Museo de Etnología de Viena.

El maquahuitl 


El maquahuitl (un nombre que se deriva de la lengua náhuatl) es un arma con forma de espada de madera. Sus lados se encajan con las navajas prismáticas de obsidiana, una piedra de vidrio volcánico utiliza con frecuencia para la fabricación de herramientas por los aztecas y otras culturas precolombinas mesoamericanas. Era similar a un club grande de madera con cortes en la cara que tienen la obsidiana afilada.
Descripción El maquahuitl (náhuatl: macuahuitl, otras variantes ortográficas incluyen maquahutil, macquahuitl y māccuahuitl), un tipo de macana, era un arma común utilizada por las fuerzas militares de los aztecas y otras culturas del centro de México, que se observó durante el 16-español del siglo conquista de la región. También utilizaron otros instrumentos tales como el chimalli (un escudo redondo), el tlauitolli (arco), y el atlatl (lanzadardos).Se refiere a veces como una espada o un club, pero carece de un verdadero europeo equivalente. Fue capaz de infligir heridas graves de las filas de hojas de obsidiana incrustadas en sus lados.Según una fuente, el macuahuitl fue de 3 a 4 pies (0,91 a 1,2 m) de largo y tres pulgadas (80 mm) de ancho, con un surco a lo largo de cualquiera de los bordes, en el que piezas afiladas de obsidiana o pedernal se inserta, y fija firmemente con algún compuesto adhesivo. [4] las filas de navajas de obsidiana eran a veces discontinuo, dejando huecos a lo largo del lado, mientras que en otras ocasiones las filas fueron muy juntos y formaron un solo borde.El macuahuitl se hizo, ya sea con apretones de una mano o dos manos-, así como en formas rectangulares, ovales o en punta. El macuahuitl a dos manos que se ha descrito "tan alto como un hombre".
Las muestras Según Ross Hassig, la auténtica macuahuitl última fue destruida en 1884 en un incendio en la Real Armería de Madrid, donde se encuentra al lado de la tepoztopilli pasado.Sin embargo, según el arqueólogo Marco Cervera ENAH Obregón, no hay supone que es al menos un macuahuitl en almacén MNA , pero posiblemente está perdido.

Origenes y distribución El maquahuitl anterior a los aztecas. Las herramientas fabricadas a partir de fragmentos de obsidiana fueron usadas por algunos de los primeros mesoamericanos. Obsidian utilizado en vasijas de cerámica se ha encontrado en los sitios de los aztecas. Cuchillos de obsidiana de corte, hoces, raspadores, taladros, máquinas de afeitar y puntas de flecha también se han encontrado.. Varias minas de obsidiana estaban cerca de las civilizaciones aztecas en el Valle de México, así como en las montañas al norte del valle. En una talla de Chichén Itzá, un posible ancestro de la macuahuitl se muestra como un club que tiene hojas separadas que salen de cada lado. En un mural, un guerrero tiene un club con muchas hojas en un lado y una punta afilada en el otro, un posible ancestro de la macuahuitl  El macuahuitl era una excelente herramienta para ofrecer a las víctimas sacrificiales. El diseño de la macuahuitl permitido el guerrero de herir al oponente con las navajas de obsidiana, mientras que la parte superior contundente podría ser utilizado para hacer un inconsciente individual para la fácil captura y sacrificio posterior.

Efectividad El maquahuitl era lo suficientemente afilado como para decapitar a un hombre De acuerdo con un relato de Bernal Díaz del Castillo, uno de los conquistadores Hernán Cortés, que incluso podría decapitar a un caballo.: Pedro de Morón era un jinete muy bueno, y mientras cargaba con tres otros jinetes en las filas de los enemigos de los indios se apoderó de su lanza y no era capaz de arrastrarme lejos, y otros le dieron cortes con sus espadas, y lo hirió gravemente, y luego se redujo a la yegua, y cortarle la cabeza en el cuello para que colgaba de la piel, y cayó muerto.El maquahuitl también tuvo algunos inconvenientes. Se necesita más tiempo para levantar y manejar un palo de lo que hace a empujar con una espada. Se necesita más espacio, así que los guerreros avanzó en las formaciones sueltas.No hay ejemplares maquahuitl reales se mantienen y el conocimiento actual de ellos proviene de relatos de la época e ilustraciones que datan del siglo XVI y anteriores. Para mostrar la realidad del Guerrero SpikeTV mortal, una réplica fue creada para poner a prueba. Fue probado en contra de una réplica de la cabeza de un caballo creado con el esqueleto de un caballo y el gel de balística. El actor y artista marcial Eder Saúl López fue capaz de decapitar a la modelo. Sin embargo, tomó tres columpios. Es más efectiva cuando se giró y lo arrastraron hacia atrás, creando un movimiento de sierra.

Escultura Del Dios Xochipilli


Xochipilli (náhuatl: xochipilli, ‘el príncipe de las flores’‘xochitl, flor; pilli , príncipe’)? en la mitología mexica es el dios del amor, los juegos, la belleza, la danza, las flores, el maíz, el placer, las artes y las canciones; formado por los vocablos náhuatl xochitl flor y pilli príncipe, significa Príncipe de las flores, aunque también puede ser interpretada como flor preciosa o flor noble.
Su culto se relaciona con el de otros dioses del maíz, de la fertilidad y de la cosecha, como el dios de la lluvia, Tláloc, y el del maíz, Cinteotl. Está asociado con Macuilxochitl (Cinco flores), dios de los juegos y las apuestas. Su esposa era Mayáhuel y su hermana gemela era Xochiquétzal. En su festividad religiosa asociada, que significa fiesta de las flores en náhuatl. En esta fiesta se hacían ofrendas de comida, y los pueblos cercanos a Teotihuacan llevaban cautivos como tributo para los sacrificios. Era el dios del juego de Patolli.
Se le relaciona con la deidad Macuilxóchitl «5 Flor», patrono de los juegos, los bailes y los deportes, que es representado como un hombre que sale de una Tortuga (el Zodiaco), pero tal vez sólo sea su nombre calendárico.




Piedra del sol


La Piedra del Sol es un disco monolítico de basalto con inscripciones alusivas a la cosmogonía mexica y los cultos solares. Es común e incorrectamente llamada Calendario Azteca. Probablemente fue un cuauhxicalli (recipiente ceremonial) o un temalácatl o altar de sacrificio gladiatorio, involucrado probablemente en la festividad mexica Tlacaxipehualiztli. Mide 3,60 metros de diámetro, 122 centímetros de grosor y pesa más de 24 toneladas.

Probablemente en náhuatl fue llamada Ollin Tonatiuhtlan que significa "Tonatiuhtlan de Ollin" o "Sol de Movimiento". Esta manera de llamarle tiene relación con la forma en que, según la cosmogonía mexica, se espera termine la era del Quinto Sol; los cuatro anteriores llevaban por nombre la manera en que ese sol finalizaría; se dice que "Ollin Tonatiuh" finalizará con una serie de terremotos.

La Piedra del Sol es uno de los monolitos más antiguos que se conserva de la cultura mexica, cuyo tallado fue fechado alrededor del año 1479. En el Templo Mayor de México-Tenochtitlan, probablemente ocupó un destacado lugar colocado sobre uno de los templos llamado Quauhxicalco. Antes del reciente descubrimiento del monolito de Tlaltecuhtli, dios-diosa de la tierra, con sus 4 por 3,57 metros de altura y que se encuentra actualmente en proceso de salvamento y restauración, se pensaba que la Piedra del Sol era el más grande en dimensiones.

Fue derribada o enterrada al consumarse la Conquista de México y permaneció así hasta su hallazgo en el Zócalo, la plaza mayor de Ciudad de México, el 17 de diciembre de 1790. Fue colocada a un costado de la Catedral Metropolitana. A finales del siglo XIX se trasladó al Museo Arqueológico de la calle Moneda y en 1964 fue trasladada al Museo Nacional de Antropología e Historia, donde preside la Sala Mexica de dicho museo y está inscrita en diversas monedas mexicanas.
Los motivos escultóricos que cubren su superficie parecen ser un resumen de la compleja cosmogonía mexica.

(disco Central) En el centro del monolito se encuentra el rostro del dios solar Tonatiuh2 dentro del signo "movimiento" (Ollin), con sus dos manos, cada una con una pulsera; un ojo y ceja, porque nada se le puede ocultar. Además en cada mano, sus garras apresan un corazón humano, y su lengua está representada como un cuchillo de pedernal, expresando la necesidad de sacrificios para la continuidad del movimiento solar.

(Las cuatro Eras) Los cuatro cuadrados que rodean la deidad central representan los anteriores cuatro soles que antecedieron al actual Quinto Sol.

  • En el cuadrado superior derecho se representa el 4 Jaguar, día que, tras 676 años, la primera era acabó al surgir de las entrañas de la tierra, monstruos que devoraron a la gente. Representa el elemento tierra.
  • A su izquierda, está 4 Viento que recuerda que tras 364 años, vientos huracanados sacudieron la tierra e hicieron que los que no pereciesen se convirtiesen en monos.
  • Bajo éste, 4 Lluvia. Este mundo duró 312 años y los que vivieron en él, perecieron o se volvieron guajolotes tras una lluvia de fuego. Representa el elemento fuego.
  • En el cuadrado inferior derecho se encuentra 4 Agua, antesala de nuestro mundo, que duró 676 años y acabó cuando los que lo habitaron murieron aprisionados por las aguas y se transformaron en peces.
(Puntos cardinales) Además el disco central contiene los signos de los puntos cardinales colocados entre los signos de las Eras: el Norte, signo 1 Pedernal; Sur, signo 1 LLuvia; Este, con Xiuhuitzolli un signo heráldico, y Oeste, con el signo 7 Mono.

(primer anillo) La siguiente corona la forman los pictogramas de los veinte días bautizados del calendario sagrado azteca, Tonalpohualli en sentido antihorario. Estos veinte días se iban combinando con trece números hasta que se formaba un año sagrado de doscientos sesenta días.
Estos son: Cipactli, Ehecatl, Calli, Cuetzpallin, Cóatl, Miquiztli, Mazatl, Tochtli, Atl, Itzcuintli, Ozomatli, Malinalli, Ácatl, Ocelotl, Cuauhtli, Cozcaquauhtli, Ollin, Tecpátl, Quiahuitl y Xochitl.
Lo forman veinte partes iguales con figuras que representan los días del mes Azteca. Esta anillo está representado en el aro exterior de las monedas de 2 pesos, aunque en ella se muestan solo 10 dias. En la parte superior de la moneda, justo en el centro esta Xochitl (flor) que es el día 20. Los otros simbolos son: pedernal, movimiento, águila, jaguar, caña, agua, muerte, serpiente y casa.

(Segundo anillo) La segunda corona contiene varias secciones cuadradas, en cada sección que contiene cinco puntos se creen estar representadas las semanas de cinco días. Hay también ocho ángulos que dividen la piedra en ocho partes, que probablemente representan los rayos solares colocados en dirección a los puntos cardinales.

(tercer anillo) En el extremo inferior de la piedra, se abren las fauces de dos Xiuhcóatl ("serpientes de fuego"), que rodean y enmarcan la piedra y llevan al dios por el firmamento, uno frente a otra. Sus cuerpos están divididos en secciones que podrían símbolizar llamas 3 . Estas secciones podrían representar cincuenta y dos ciclos anuales: el siglo mexica consistió en 52 años (cada correspondencia entre el principio del año civil con el sagrado, de 365 y 260 días, respectivamente). Toda vez que concluía un ciclo de 52 años se celebraba la ceremonia del Fuego Nuevo.
En la parte superior del monolito, un cuadrado tallado entre las colas de las serpientes representa la fecha Matlactli Omey-Ácatl ("13-caña"). Esto se supone que corresponde a 1479, el año en el que se celebró el Fuego Nuevo durante el reinado de Axayácatl, y a la vez, el año en que este calendario fue labrado.
En el canto de la piedra, hay ocho relieves equidistantes, representando diversas constelaciones.

Conclusion

Conclusión:

Aztecas, esta gran civilización que aportó tanto al mundo moderno. Los aztecas fueron la base de lo que es Mexico hoy en día, es mas, incluso la capital de aquel país, Ciudad de Mexico, es la misma Tenochtitlán de la cual aprendimos mediante este sitio.
Pudimos observar en los aspectos sociales como estaba organizado en recurso humano este basto imperio, con un rey que era adorado como un Dios.

Conocimos su organización Político-Administrativa y apreciamos la economía del Maíz, de la agricultura y de la ganadería en la que se sustentaban los Aztecas.

En cuanto a religión, los Aztecas o Mexicas practicaban los sacrificios humanos para adorar a los Dioses, es decir eran politeístas y eran muy parecidos en ese aspecto a la civilización Maya.

Apreciamos su arte y su literatura, observamos lo rica que era esta cultura.

En conclusión, podemos afirmar que la cultura azteca, como civilización dejó legados importantes no solo para Mexico, sino también para américa.
...
para el punto de vista de un admirador azteca yo pienso que tambien los aztecas fueron pieza fundamental de la decendecia mexicana puesto que los mexicanos son parte de la historia entre aztecas y espanoles ..

La Guerra En el Mundo Azteca

La Guerra En el Mundo Azteca

Cuando estudiamos la Historia del mundo azteca uno de los rasgos más indicativos de su cultura y que en ocasiones más sorprende es su obsesión por el factor bélico, donde el lograr proezas marciales era un símbolo de status y valía, un factor imprescindible para escalar posiciones en dicha sociedad e incluso para ingresar en la nobleza.

Su culto a la guerra inundaba incluso sus creencias religiosas, donde su disociación sería incomprensible. Esto se aprecia desde el mismo momento del nacimiento, que era entendido como un campo de batalla lleno de dolor y de sangre. Tanto así que ha llegado a nosotros el rito de nacimiento que era iniciado por la misma comadrona que lo traía al mundo, quién alzaba al bebé sobre sus brazos mientras lanzaba cánticos de guerra y lo exhortaba con las siguientes palabras: “Tu hogar no está aquí, porque eres un águila o un jaguar, esto es sólo un lugar donde anidar, la guerra es tu tarea. Debes darle bebida, alimento, comida al dios [sangre]. Quizá merezcas la muerte por el cuchillo de obsidiana [en sacrificio], que tu corazón no vacile, que desee, que ansíe el florecer de la muerte por el cuchillo de obsidiana. Que saboree el aroma, la frescura, la dulzura de la oscuridad”. Los niños pequeños destinados a ser guerreros eran presentados con escudos y flechas en miniatura que simbolizaban la meta de su futura existencia. Sus cordones umbilicales y las armas que se les entregaban eran confinados a guerreros veteranos para ser enterrados ceremonialmente en un campo de batalla.


Una vez alcanzada la edad adulta, su vida estaba destina por y para derramar sangre en el campo de batalla y lograr víctimas propiciatorias para sacrificar a sus dioses. No había nada más viril y honorable para un guerrero azteca que la muerte en el campo de batalla o en el altar de sacrificios. Tanto así que los hombres que fallecía de ésta manera, así como las mujeres que perecían en el parto, eran considerados merecedores de otra vida ultraterrenal. Por el contrario, todos los demás, independientemente de su status y rango, debían vagar durante cuatro años por el inframundo hasta que recalaban en su lugar más bajo (al que llamaban “Tierra de los Muertos” o “Nuestro Hogar Común”), donde debían presentar sus regalos al Señor de la Muerte y luego desaparecían en las sombras. Fue éste un tema que inspiró profundamente a los poetas aztecas, uno de los cuales cantaba: “No hay nada como la muerte en la guerra, nada como el florecer de la muerte, tan preciosa al que da la vida. Ya la veo ¡Mi corazón la ansía!”.

 La misma configuración del territorio del valle de México fue caldo de cultivo para un estado continuo de guerra: la multitud de ciudades-estado, la riqueza agrícola de la región por el uso de las chinampas (huertas flotantes de los lagos de agua dulce), la abundante población… El que podía sembrar el terror en los corazones de todos los demás era el que dominaba y gobernaba, y podía extraer el mayor tributo. Una estimación moderna sugiere que una familia podía sostenerse todo el año de los frutos obtenidos en sólo unas siete semanas de trabajo en las chinampas. Parte del excedente de la cosecha iba a alimentar las ciudades en forma de tributo, pero quedaba un excedente de trabajo que dejaba a los hombres libres para dedicarse a las actividades militares. Un efecto de ello fue producir una estructura social jerárquica, en la cual emergían diferentes grupos de gente, como las clases guerrera y sacerdotal.

En un mundo de estados en conflicto, había mucho que ganar, como los aztecas no tardaron en descubrir, refinando el arte de la guerra. Los códices aztecas, los relatos españoles de la conquista, y las evidencias arqueológicas, muestran que la tecnología militar en Mesoamérica no llegaba a las elaboradas máquinas de guerra y armas europeas. El éxito o fracaso en el campo de batalla dependía en cambio del eficiente entrenamiento de los guerreros individuales, su organización, sus tácticas y su alta moral. 


Los mismos emperadores aztecas, nada más ascender al trono, debían emprender por costumbre nuevas campañas de conquista. El éxito de esta expedición inicial era una prueba vital de su valor. Cuando un nuevo soberano, Tizoc, regresó con sólo 40 cautivos tras perder 300 hombres, fue etiquetado como un fracaso y su reputación no se recuperó nunca. Según un cronista: “miembros de su corte, furiosos ante su debilidad y falta de deseo de traer la gloria a la nación azteca, lo ayudaron a morir con algo que le dieron para comer”.

Tras el énfasis azteca en el triunfo marcial había una lógica compulsiva. Curiosamente, los aztecas hacían pocos intentos por subyugar a los pueblos a los que conquistaban. Ninguna cadena de fortalezas (como poseían los incas), mantenía a las naciones derrotadas bajo el yugo; incluso las guarniciones militares parece que fueron raras. En vez de ello, los conquistadores aztecas dependían de la intimidación para la sumisión continuada de las demás ciudades-estado de la región: el miedo a las represalias era lo que mantenía fluyendo los tributos. Cualquier indicio de que los ejércitos aztecas ya no eran invencibles podía suscitar el desafío y la insurrección, un hecho que los conquistadores españoles iban a capitalizar cuando grupos de indios hostiles, especialmente tlaxcaltecas, se aliaron a ellos para ayudar a derribar a los aztecas.


Hasta este cataclismo final e imprevisible, la maquinaria de guerra azteca fue un arma excepcionalmente efectiva. Todas las energías del Estado estaban dirigidas a alentar las proezas marciales. Desde la edad de 20 años, cada hombre corporalmente apto podía ser reclutado para las campañas que formaban una parte regular del año azteca, normalmente a finales de Otoño, una vez completada la recolección y terminadas las lluvias de verano. Además, existía también una clase militar profesional, exenta del trabajo manual, extraída tanto de la nobleza como de los plebeyos que habían demostrado su valor en la guerra. Estos guerreros a tiempo completo no tenían otro compromiso que la guerra, ya que eran mantenidos por el Estado gracias a los tributos en armas y comida proporcionados por las ciudades conquistadas. 

Todos los muchachos recibían algún entrenamiento militar. A la edad de 10 años aproximadamente, su pelo era rapado excepto un mechón en la nuca, como iniciación preliminar a los sagrados rangos del guerrero. Cuando alcanzaban los 15 años recibían entrenamiento en armas, y se reunían cada tarde con veteranos que les ofrecían relatos de guerra y les enseñaban las danzas y los cantos requeridos.

También se les proporcionaban tareas destinadas a fortalecerles, como cargar troncos desde distantes bosques hasta los templos, donde alimentaban los fuegos eternos que se mantenían en ellos. Cada muchacho debía retener su revelador mechón de pelo hasta participar en la captura de un prisionero. Su primera experiencia en el campo de batalla se limitaba a cargar con el escudo de un guerrero y observar la acción, pero la segunda requería ya que participara, junto con hasta cinco de sus compañeros novicios, en capturar vivo a un enemigo.


El cautivo era llevado entonces a los hombres a cargo del sacrificio, que lo mataban extrayéndole el corazón palpitante. Entonces el cuerpo era arrojado por las escalinatas del templo y el corazón latente a los fuegos fatuos. El cuerpo era dividido entre los muchachos participantes para su consumo ritual: El muslo derecho y el torso correspondían al joven que se había comportado más heroicamente; el muslo izquierdo iba al segundo joven más valiente; el brazo derecho al tercero, y así sucesivamente hasta que no quedaba ninguna porción. La carne humana era cocinada y preparada antes de ser comida por los familiares del joven. No eran extrañas estas escenas de canibalismo ritual entre los aztecas, ante la numerosa cantidad de carne que representaban los sacrificados y la falta de proteínas en la dieta mesoamericana.

Tras haberse probado a sí mismo, el nuevo guerrero hacía cortar su mechón y dejaba que le creciera el pelo para cubrir su oreja derecha. Pero ahora sólo contaría consigo mismo en batalla, ya no contaría con sus compañeros ni podría ofrecerles su ayuda en otras capturas de prisioneros. Aunque un compañero se encontrara en apuros, debía contenerse, ya que si acudía en su ayuda podía ser acusado de tratar de robarle su cautivo potencial, e ahí una de las mayores debilidades del sistema militar azteca. También tenía estrictamente prohibido apiadarse de un amigo que hubiera fracasado en capturar a un prisionero durante la batalla; entregarle uno de los suyos era un engaño castigado con la muerte.

Existían dos tipos de guerra en el Mundo azteca: una destinada a la conquista, que generalmente concluía con la quema o destrucción del templo principal de la ciudad enemiga y la captura del botín. Por medio de estas luchas fue como creció el estado azteca hasta formar un auténtico imperio. Pero las continuas victorias forzaron a los aztecas a guerrear cada vez más lejos, lo que suponia un gran problema para una civilización que no contaba con animales de carga. Por ello los pueblos sometidos estaba obligados a suministrar alimentos a los ejércitos aztecas en marcha, principalmente tortas de maíz, y también cederles un porteador o tamane por cada dos guerreros, para que cargase con los víveres y la impedimenta. Estos hombres eran capaces de marchar 24 km diarios llevando sobre sus espaldas hasta 34 kg de peso. Aún así existían graves problemas de logística, lo que impedía las contiendas de larga duración. Por eso mismo tampoco había la posibilidad de mantener un largo asedio si no se dominaba el entorno, lo que convertía a ciudades como Tenochtilán en inexpugnables, también debido a su especial orografía rodeada de un lago y comunicada por unas pocas y largas calzadas. Por ello fue habitual el empleo de la guerra psicológica, la crueldad y la siembra del terror.

El otro tipo de guerra estaba destinada a la captura de prisioneros para el sacrificio. Tal vez sea ésta una de las instituciones aztecas menos comprensibles para  la concepción moderna, las denominadas “Guerras Floridas”, establecidas entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan por un lado, y los Estados rivales de Tlaxcala y Huexotzinco, del otro. No fue aquel un pacto de paz, sino de hostilidades permanentes, destinado a proporcionar un material inagotable de guerreros cautivos para el sacrificio ritual. “Flores”, en la imaginaría poética de los aztecas, era una metáfora para designar la sangre humana, mientras que el campo de batalla lo concebían como un jardín de flores. Tlaxcala en sus orígenes fue un estado fuerte, pero acabó rodeado de territorios dominados por los aztecas-mexicas. Existen pruebas de que Tlaxcala, cuando llegaron los españoles, era un estado debilitado y enconado a causa de ese ciclo perpetuo de violencia, y así sus gobernantes y su ejército abrazaron gustosos la causa de Cortés. Los aztecas presumían de queTlaxcala era algo parecido a un "criadero de guerreros" para sacrificar en sus templos.


En este tipo de lucha no estaba bien visto el morir en batalla sino que, si no había otra opción, lo honroso era dejarse atrapar vivo para tener una muerte digna bajo el cuchillo de obsidiana de los sacerdotes tlaxcaltecas. Pero a ningún dios se sacrificaron tantos hombres como al siempre sediento Huitzilipochtli de Tenochtitlán, dios solar y guerrero, protector de los tenochcas, en su gran piramide o teocalli que compartía con Tlaloc, dios de las aguas. Debieron ser tantos los sacrificados que desconocemos los números exactos, pero los españoles se encontraron con miles y miles de calaveras que se exhibían como trofeo cerca de la gran piramide, en el tzompantli. Por ejemplo, en la segunda inauguración de Tenoctitlán, los expertos calculan que durante cuatro días, en catorce altares, se sacrificaron unas 11.000 personas, imaginemos pues el número total durante casi 200 años. Se dió incluso el caso de un noble príncipe tlaxcalteca, Thalhuicate, quien, cautivo de los aztecas, rechazó la libertad ofrecida por el tlatoani, pues se consideraba con derecho a morir bajo el cuchillo de pedernal, al haber sido hecho prisionero en combate tras luchar bravamente.

Saturday, December 21, 2013

Batalla De Otumba

Batalla De Otumba




La batalla de Otumba fue un enfrentamiento entre las fuerzas mexicas y aliadas encabezadas por el cihuacóatl Matlatzincátzin y las de Hernán Cortés conformadas por los conquistadores españoles y aliados tlaxcaltecas, que se llevó a cabo el 7 de julio1 de 1520 en Temalcatitlán2 —una llanura cercana a Otumba— durante el desarrollo de la Conquista de México. El resultado de la batalla fue una victoria para los españoles, la cual permitió a Cortés volver a reorganizar su ejército, el cual había sido abatido unos días antes en el episodio conocido como la Noche Triste. Una año más tarde, mediante el refuerzo de su ejército con nuevos hombres y pertrechos, y la creación de alianzas con los pueblos indígenas que habían sido sojuzgados por los mexicas, Cortés logró sitiar y conquistar México-Tenochtitlan.

Piramide del sol

Piramide Del sol

La Pirámide del Sol es la edificación más grande de Teotihuacan y una de las más grandes de Mesoamérica. Se encuentra en la Calzada de los muertos, entre la Pirámide de la Luna la antigua ciudad.

Aruitectura


Se inició su construcción en la etapa Tzacualli (1-150 d. C.), momento en el que Teotihuacan comenzó a desarrollarse como ciudad principal de Mesoamérica. Tiene 63,5 m de altura. En la cúspide había un templo y una estatua de un ídolo de grandes proporciones; ahora tan sólo queda una plataforma cuadrada de superficie un tanto irregular. Su núcleo es de adobe y antiguamente, estaba toda recubierta de pinturas sobre estuco. Por su ubicación, cierra la Avenida de los Muertos en uno de los ejes.
En 1971, nuevas excavaciones y estudios descubrieron una gruta debajo de la pirámide. En esta gruta hay cuatro puertas, dispuestas como los pétalos de una flor, por las que se accede a otras tantas salas. Se llega a la gruta a través de un pozo de 7 m de largo que se encuentra al pie de la escalinata de la pirámide.
La escalinata contaba con 260 escalones (actualmente tiene 238), que correspondían a 52 peldaños por cada sol o era, y al encontrarnos en el quinto sol, da como resultado esa cantidad de escalones. Su diseño incorporó descansillos entre las secciones para hacer más cómodo su ascenso.

No está hecha de bloques de piedras escuadradas. Es un montículo de tierra conformada por cinco gradas y recubierto con pequeñas piezas de lava petrificada. Ese material de construcción, en diversas tonalidades de rojo, marrón y negro, fue el que se usó en todo Teotihuacán, y todos los edificios importantes están construidos de forma similar. Desde el año 2010 se investigan ofrendas ocultas en los interiores de la Gran Pirámide del Sol y se descubrieron túneles excavados en el interior. Durante el 2012 se realizaron perforaciones desde la cúspide hacia el interior y aún se encuentran los arqueólogos investigando las estructuras tuneliformes encontradas.

Visitas

Se puede ascender hasta la cúspide, excepto hacia las zonas marcadas como "bajo investigación". Se le han puesto unos pasamanos para auxiliarse y no perder el equilibrio en la subida de los 238 escalones, que son bastante empinados. Fue construida por los habitantes de la ciudad de Teotihuacán entre el siglo I a. C. y los siglos VIII o IX d. C..

Leyendas Populares



En el marco del folclore popular, de supersticiones, y creencias, se dice que estando en la cúspide, de pie en el centro de la plataforma, si se pide un deseo, éste seguramente se cumplirá; también es el lugar apropiado para recibir "energía cósmica"; aún más, hay padres que llevan a sus niños en brazos hasta la cima para presentarlos al cosmos.

Se piensa que cuando Teotihuacan estaba habitado por sus primeros constructores, la Pirámide del Sol estaba cubierta de estuco, y cada una de sus cuatro caras estaba pintada de diferente color. También se ha sugerido que el nombre de "Pirámide del Sol" le fue dado cuando ya se encontraba en ruinas, pudo haber estado consagrada realmente a Tláloc a pesar del nombre que le fue dado por los mexicas, "encierro del sol".[cita requerida]


Algunos arqueólogos estiman que la Pirámide del Sol se empezó a construir sobre cavernas sagradas, y que fue terminada alrededor del año 200.

Origen

 Origen


La última tribu nahuatlaca que llegó al Valle de México fue la de los aztecas. En sus orígenes míticos, ellos emergieron de los intestinos de la Tierra a través de siete cuevas, en un lugar denominado Chicomostoc.

Las tradiciones afirman que venían del Norte y que su país era un lugar de tierra colorada. Algunos estudiosos suponen que la cuna de los pueblos nahuas pudiera ser el valle inferior del Río Colorado.

Se detuvieron en Aztatlán o Aztlán, que según varias leyendas significa “lugar de garzas” o “lugar de la blancura”, debido al color del plumaje de esas aves.

Su localización exacta es desconocida, pero según algunos autores, es posible que estuviera localizado en una laguna situada en la desembocadura del Río San Pedro, en Mexcatitlán, Nayarit.

Algunas versiones señalan que el nombre de “azteca” proviene de ese lugar mítico llamado Aztlán, aunque ellos preferían denominarse mexicas.

Posteriormente, los aztecas abandonaron el “lugar de las garzas” por indicaciones de su dios Huitzilopochtli, quien les ordenó que lo dejaran, pues habrían de encontrar un lugar con mejores tierras.
Se dice que el grupo de pescadores y cazadores salió de Aztlán entre el año 890 y el 1111. Emprendieron su migración hacia el Sur, en la búsqueda de una señal que les indicaría que se establecieran otra vez.
Vagaron durante años, según cuenta la leyenda, en busca de la señal en donde debían fundar su ciudad. Su peregrinación duró más de siete siglos.

Se cree que pasaron por los actuales territorios de Sinaloa, Jalisco, Guanajuato y Michoacán. No es posible reconstruir en detalle el itinerario que habían seguido hasta que llegaron a las inmediaciones de San Juan del Río, desde donde se cuenta con más información hasta su llegada al Valle de México.

Una tradición cuenta que a los emigrantes aztecas los guiaba un dios llamado Mixitli. Otra que el conductor era Huitzilopochtli, poderoso caudillo elevado a la categoría de dios después de su muerte. Una tercera leyenda presenta a Huitzilopochtli como dios y como conductor y caudillo a Tenoch.

Los aztecas que dejaron Aztlán tenían por costumbre encender un fuego nuevo cada 52 años, que era la duración de un ciclo en su calendario.

El primero celebrado después de iniciada su peregrinación fue el de Coatepec, cerca de Tula, en 1163. Habían vagado por mucho tiempo y se establecieron allí, donde vivieron varios años.
Según un mito, en Coatepec nació el dios Huitzilopochtli o Colibrí del Sur, hijo de Coatlicue. Era un hechicero que rendía culto a Tezcatlipoca, su caudillo y su dios más venerado.

Cuando los aztecas estaban en Coatepec surgió una disputa. Algunos de ellos, que seguían a Huitzilopochtli, querían irse y otros, que seguían a Coyolxuahqui, la hermana de Huitzilopochtli, querían quedarse.
En la batalla que siguió, los seguidores de Huitzilopochtli ganaron y cambiaron su nombre a mexicas. La escultura del cuerpo desmembrado de Coyolxuahqui descansa hoy al pie del Templo Mayor, el centro religioso de los mexicas.

Guiados por Huitzilopochtli, se trasladaron a Tula y posteriormente a Apazco, donde celebraron el siguiente fuego nuevo en 1215. Se establecieron temporalmente en diversos sitios como Zumpango, Cuauhtitlan y Ecatepec.

Continuando su peregrinación, bordearon el Sur de la sierra de Guadalupe y llegaron a Tecpayocan, el actual cerro de Santa Isabel, donde encendieron su tercer fuego nuevo en 1267.

Desde su salida de Tula, los mexicas sólo permanecían unos años en cada lugar por donde pasaban, pues todas las tierras estaban ocupadas y nadie los quería como vecinos por ser muy pendencieros, practicar formas crueles de sacrificios humanos y tener la costumbre de robarse a las mujeres casadas.

Fueron la última tribu del Norte árido en llegar a Mesoamérica. Eran un pueblo pobre y atrasado, por lo que fueron mal recibidos por los habitantes de los señoríos de origen tolteca ya establecidos en el Valle de México.
Debido a su tardía aparición en el lugar, los mexicas se vieron obligados a ocupar la zona pantanosa situada al Oeste del lago de Texcoco, rodeados por enemigos poderosos que les exigían tributos.

Huitzilopochtli les dijo entonces que buscaran entre los carrizales de los islotes a un águila posada en un nopal, que estaría devorando una serpiente, la señal de que allí deberían establecerse definitivamente.

En el año 1325 los mexicas hicieron por fin el prodigioso descubrimiento y se establecieron en el lago, fundando la gran Tenochtitlán, bajo el auspicio del último caudillo-sacerdote Tenoch, quién le dio su nombre.

Ya asentados, estuvieron por varias décadas bajo el dominio del señorío de Azcapotzalco, como soldados mercenarios. Hacia 1430, los mexicas habían asimilado la cultura de los pueblos avanzados del valle y tenían poder militar.

Entonces atacaron y derrotaron a Azcapotzalco e iniciaron así una sorprendente hazaña guerrera, que en sólo 70 años los hizo dueños del más grande imperio de Mesoamérica.

Los mexicas convirtieron el lecho del lago, poco profundo, en chinampas o islas artificiales donde cultivaban verduras y flores, además de criar aves domésticas.

Hicieron calzadas y puentes para conectar la ciudad con tierra firme; levantaron acueductos y excavaron canales para el transporte de mercancías y personas. Las gigantescas pirámides sobre las que construían los templos, dominaban el paisaje.

La ciudad floreció como resultado del alto grado de organización. A la llegada de los españoles, su imperio abarcaba casi todo lo que actualmente son los estados de Veracruz, Puebla, Hidalgo, México, Morelos, gran parte de Guerrero, Oaxaca, Chiapas y el territorio de Soconusco, en lo que hoy es Guatemala.

Guerreros Rapados

Guerreros Rapados

Los guerreros rapados (cuachicqueh) eran la sociedad guerrera más prestigiosa. Sus cabezas estaban rapadas, excepto por una cresta de pelo al centro y una trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus calvas y rostros en una mitad azul y en la otra rojo o amarillo. Al iniciarse juraban no dar un paso atrás durante la batalla bajo pena de muerte a manos de sus camaradas.

guerreros Otomies

Guerreros Otomies

El otomí es un pueblo indígena que habita un territorio discontinuo en el centro de México. Está emparentado lingüísticamente con el resto de los pueblos de habla otomangueana, cuyos antepasados han ocupado la Altiplanicie Mexicana desde varios milenios antes de la era cristiana.[cita requerida] Actualmente, los otomíes habitan un territorio fragmentado que va del norte de Guanajuato al sureste de Tlaxcala. Sin embargo, la mayor parte de ellos se concentra en los estados de Hidalgo, México y Querétaro. De acuerdo con las estadísticas de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de México, la población étnica2 otomí sumaba 646.875 personas en la República Mexicana en el año 2000, lo que les convierte en el quinto pueblo indígena más numeroso del país. De ellos, sólo un poco más de la mitad hablaban el otomí. Al respecto, cabe decir que la lengua otomí presenta un alto grado de diversificación interna, de modo que los hablantes de una variedad suelen tener dificultades para comprender a quienes hablan otra lengua. De ahí que los nombres con los que los otomíes se llaman a sí mismos son numerosos: ñätho (valle de Toluca), hñähñu (valle del Mezquital), ñäñho (Santiago Mezquititlán en el Sur de Querétaro) y ñ'yühü (Sierra Norte de Puebla, Pahuatlán) son algunos de los gentilicios que los otomíes emplean para llamarse a sí mismos en sus propias lenguas, aunque es frecuente que, cuando hablan en español, empleen el etnónimo otomí, de origen náhuatl.

Territorio

El territorio étnico6 de los otomíes ha sido históricamente el centro de México. Desde la época precolombina, los pueblos de habla otomangueana han habitado esa región y se les considera como pueblos nativos de las tierras altas mexicanas. De acuerdo con el cálculo de Duverger, es posible que los pueblos otomangueanos se hayan encontrado en Mesoamérica por lo menos desde el inicio del proceso de sedentarización, el cual tuvo lugar en el octavo milenio antes de la era cristiana.

La ocupación otomangue del centro de México remite entonces al hecho de que las cadenas lingüísticas entre las lenguas otomangueanas se hallen más o menos intactas, de modo que los miembros lingüísticamente más cercanos de la familia se encuentre también próximos en el sentido espacial. La primera fractura del grupo otomangueano ocurrió al separarse las lenguas orientales de las lenguas occidentales. El brazo occidental está compuesto por dos grandes ramas: los pueblos de habla tlapaneco-mangueana y los de habla oto-pame. Entre estos últimos se encuentran los otomíes, asentados en el Altiplano Central mexicano junto con el resto de los pueblos que forman parte de la misma rama otomangueana —mazahuas, matlatzincas, tlahuicas, chichimecas jonaces y pames—.

Los otomíes en la actualidad ocupan un territorio fragmentado que se extiende por los estados de México, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Tlaxcala, Puebla y Veracruz. Todos estos estados se encuentran en el corazón de la República Mexicana y concentran la mayor parte de la población del país. De acuerdo con los espacios con mayores concentraciones de población otomí, este pueblo puede agruparse en cuatro vertientes: el Valle del Mezquital, la Sierra Madre Oriental, el Semidesierto queretano y el norte del estado de México. Aislados de estos grandes grupos que concentran alrededor del 80% del total de miembros de este pueblo indígena se encuentran los otomíes de Zitácuaro (Michoacán), los de Tierra Blanca (Guanajuato) y los que aún quedan en Ixtenco (Tlaxcala). Por el territorio en el que se encuentran, los otomíes viven en una intensa relación con las grandes metrópolis como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, la ciudad de Puebla, Toluca y Santiago de Querétaro, sitios a donde muchos de ellos han tenido que emigrar en busca de mejores oportunidades de trabajo.

Guerrero águila

Guerrero águila

Los cuāuhpipiltin (en singular cuāuhpilli, "noble águila" en Náhuatl clásico), también llamados guerreros águilas, fueron una clase especial en la infantería militar de la armada azteca, los cuales junto a los Guerrero jaguar o "ocēlōpipiltin" componían primordialmente las elites guerreras del antiguo Imperio azteca.

Los "cuāuhpipiltin" fueron los únicos dentro de la sociedad guerrera azteca que no estaban restringidos por derechos de nobleza, los cuales aún los más comunes como los macehuales (la clase más baja dentro de la sociedad azteca), podían ser admitidos.

Educación


Como parte de su educación, todo joven varón mexica (macehualli) tenía que aprender los métodos de guerra y el uso de armamentos en la escuela (telpochcalli), pero solamente los que mostraban agudez mental y destreza podían avanzar al siguiente nivel o escuela para nobles la calmecac, y así aprender administración imperial y como gobernar, hasta llegar al rango de guerrero águila.

Hasta la edad de catorce años, la educación de los hijos estaba a cargo de los padres, pero supervisada por las autoridades de sus respectivo Calpulli (el equivalente a un ayuntamiento). Así periódicamente estos jóvenes macehualtin (Lit. Trabajadores: digase de los comerciantes, peatones, constructores) tenían que atender a las escuelas templo (calmécac) locales, para así ser sujetos a pruebas de aprendizaje para ver su progreso, en el arte de la guerra y otros conocimientos.

Rito de paso

El rito de paso del joven azteca para la edad aceptada como adulto, consistía en que el joven guerrero tenía que capturar su primer prisionero de guerra, generalmente era muy parecido al monto de los guerreros jaguar (ocēlōpilli), quienes tenían que capturar en una batalla a por lo menos entre 4 a 5 prisioneros, solo así podían obtener el título de cuāuhpilli (Guerrero águila).

Vestimenta

La vestimenta del guerrero águila variaba según su rango y el contexto de uso ya fuera ceremonial o militar, pero estos generalmente representaban el coraje y la fuerza física que se presumía desplegaba en el campo de batalla.

Los escudos también representaban el rango en la milicia, eran coloridos y cubiertos de plumas. En la pierna el guerrero llevaba una banda de piel, y para cubrir su cabeza, una cabeza de águila a modo de casco o sombrero ricamente decorado con plumas, las plumas variaban según el pájaro y la clase.

Armamento y tácticas

Los guerreros usaban diferentes armas, algunas de ellas eran el atlatl (lanzadardos), arco y flecha, macahuitl y algunos tipos de dagas de obsidiana. El arma principal de los mexicas era el macahuitl, una especie de maza de madera con navajas de obsidiana incrustadas, muy afiladas, que se desgastaban o quebraban fácilmente. También usaban una coraza ligera de cuero que cubría solo el pecho de acuerdo al clima de la época.

La táctica característica del guerrero águila consistia en una incursión rápida y estratégica a los asentamientos o campamentos enemigos, en grupos separados, de los cuales se desprendía un contingente de fuerzas especiales. Según se peleara se podía obtener diferentes recompensas como algún título de nobleza, estos guerreros vivían cerca del Templo Mayor, donde tenían su cuartel y habitaciones especiales, era en este lugar y en el recinto principal del Templo Mayor donde recibían su entrenamiento. Los prisioneros que capturaran eran sacrificados a los dioses

Guerrero Jaguar

Guerreros Jaguar

Se denominaban con el nombre de "Guerreros Jaguar" (en náhuatl: ocēlōpilli) a ciertos miembros del ejército azteca, quienes eran guerreros profesionales.1 que pertenecían a la clase baja, los mācēhualtin. Estos soldados eran algo así como las "fuerzas especiales" del estado mexica, distinguiéndose de los guerreros águila (cuāuhpilli), que sólo podían proceder de la nobleza. Estos dos tótems se solían usar debido a la creencia que las águilas y jaguares representaban respectivamente la luz y la oscuridad en la mitología azteca.
El guerrero jaguar solían enviarse al frente de la batalla durante las campañas militares,1 mientras que el guerrero águila era explorador, espía y mensajero. Para alcanzar este estatus, debía capturar doce enemigos vivos en dos campañas consecutivas, es decir, seis en una y los otros seis en la siguiente.

En muchas de las obras que nos legó la civilización azteca (códices, estatuas, imágenes) quedaron representados estos guerreros


Friday, December 20, 2013

Organizacion militar Azteca

Organizacion militar Azteca

La guerra fue una de las preocupaciones principales de la sociedad mexica, la cual manifestaba una tendencia militarista en los principales aspectos de su cultura, su religión y su forma de vida. El entrenamiento de efectivos militares, la producción de armamento, así como la planificación de estrategias fueron elementos vitales en las expansiones realizadas en el Posclásico Tardío por la civilización mexica en Mesoamérica. Este tema abarca en particular la historia militar de los mexicas, hasta el establecimiento de la Triple Alianza, en el Valle de México, la cual se hallaban integradas, la ciudad-estado de Tenochtitlan junto con las ciudades-estado de Tetzcuco (hoy Texcoco) y Tlacopan (hoy Tacuba), así como otras fuerzas militares aliadas de la actual región central de México.

Fuerza Militar

Las fuerzas militares mexicas estaban compuestas de un gran número de plebeyos (yaoquizqueh) que sólo poseían conocimientos y capacitación militares básicos, y un pequeño pero todavía considerable número de guerreros profesionales, pertenecientes a la nobleza (pipiltzin), los cuales se organizaron en diferentes sociedades guerreras, a las cuales eran integrados según sus logros en el campo de batalla.
El estado mexica estaba centrado alrededor de la expansión militar y del predominio político sobre otros pueblos, además de la exigencia de tributo de otras ciudades-estado, por lo cual la guerra era la fuerza básica en la política mexica. La sociedad mexica también estaba centrada alrededor de la guerra; cada hombre mexica recibía formación militar básica desde temprana edad, ya que la guerra no sólo era importante para el bien del imperio, también era para muchos la única posibilidad de ascender en la pirámide social mexica, la única forma de dejar de ser plebeyos (macehualtzin). Un guerrero mexica se destacaba por sus logros y habilidades militares, especialmente la toma de cautivos (maltin) para el sacrificio.

El sacrificio de cautivos de guerra era una parte importante de muchos festivales religiosos de los mexicas. La guerra fue la principal fuerza impulsora de la economía del imperio y de la religión mexica.

Fortificaciones

Las fortificaciones no solían ser muy utilizadas por los mexicas para controlar el territorio dentro de su imperio, pero hay ejemplos de fortificaciones construidas por los mexicas. Importantes ejemplos son las fortificaciones en Oztuma (Oztoman) donde los mexicas construyeron una guarnición para mantener a los rebeldes chontales bajo control; en Quauhquechollan (hoy Huauquechula), cerca del actual Atlixco, los mexicas construyeron un fuerte a fin de tener fuerzas siempre cerca de sus enemigos tradicionales los tlaxcaltecas, chololtecas y huejotzincas, y en Malinalco cerca de Toluca, Ahuízotl mandó construir guarniciones y fortificaciones para vigilar a los matlatzincas, mazahuas y otomies y para tener tropas cerca del belicoso estado purépecha. Las fronteras también fueron vigiladas y al menos parcialmente fortificadas.

Objetivos

Al entrar en guerra los mexicas tenían dos objetivos. El primer objetivo era político: el sometimiento de las ciudades-estado enemigas a fin de obtener el tributo correspondiente y ampliar la hegemonía política mexica. El segundo objetivo era religioso y socioeconómico: la toma de cautivos para ser sacrificados en ceremonias religiosas. Estos dos objetivos influyeron en su forma de hacer la guerra. La mayoría de las guerras tuvieron motivaciones políticas y fueron impulsadas por las expectativas de la nobleza para con el huey tlatoani.

La guerra propició crecimiento económico del imperio mediante la ampliación de los territorios imperiales, aumentando las fuentes de materias primas para el comercio y para el consumo interno, esto fue posible gracias a la expectativa de los plebeyos de tener una oportunidad de escalar en la sociedad mediante hazañas en las guerras. La primera acción de un tlatoani electo siempre era una campaña militar con el doble propósito de demostrar su capacidad como guerrero y así como dejar claro que sería tan duro sobre cualquier conducta rebelde como su predecesor, además también era para suministrar abundantes cautivos para los festejos de su ceremonia de coronación. Una campaña fallida era vista como un augurio particularmente funesto para la figura del tlatoani, ya que podría significar rebeliones en ciudades-estado (altépetl) sometidas por anteriores tlatoque y la nobleza podría dudar de su capacidad de gobierno. Este fue el caso de Tízoc quien fue envenenado por la nobleza después de varias campañas 

Guerras Floridas

Otro tipo de guerra practicado por los mexicas fueron las llamadas guerras floridas (xochiyáoyotl). Este tipo de guerra se luchó con pequeños ejércitos con previo acuerdo entre las partes involucradas. No estaban encaminadas a conquistar el altépetl enemigo, sino que sirvió a otros fines. Una era la toma de cautivos para el sacrificio y esto fue sin duda una parte importante de la mayoría de las guerras mexicas. Fray Diego Durán afirma en sus crónicas que el xochiyáoyotl fue instituida por Tlacaélel durante la gran hambruna de Mesoamérica (1450-1454) bajo el reinado de Moctezuma Ilhuicamina. Estas fuentes afirman que Tlacaelel organizó con los dirigentes de Tlaxcala, Cholula, y Huexotzingo, para participar en batallas rituales que proporcione a todas las partes suficientes víctimas para apaciguar a los dioses. Ross Hassig en 1988 planteó que el xochiyaoyotl tenía otros propósitos más políticos que religiosos, entre los cuales estarían:

  1. Demostrar la superioridad militar mexica.
  2. Debilitar gradualmente a otros altépetl.
  3. Someter a enemigos difíciles como los tlaxcaltecas, sin entorpecer otras actividades del imperio.
  4. Convencer a la gente, tanto a los propios mexicas como a otros pueblos, que era mejor no desobedecer al imperio, cosa que reafirmaba con los sacrificios hechos en el Templo Mayor de Tenochtitlán.
Organizacion del Ejercito

El ejército mexica estaba organizado en dos grupos. Los plebeyos, los cuales fueron organizados en divisiones llamadas calpulli, las cuales estaban bajo las órdenes de un tiachcahuan y/o de un calpoleque; y los nobles, que fueron organizados en sociedades de guerreros profesionales. Aparte del tlatoani, los dirigentes de los guerreros mexicas fueron el gran general, o tlacochcalcatl y los generales de tropa o tlacateccatl. El tlacochcalcatl y los tlacateccatl también tenían que nombrar sucesores antes de ir a cualquier batalla a fin de que, si murieran, pudieran ser reemplazados inmediatamente.

Los sacerdotes también tomaron parte en la guerra, llevando las efigies sus deidades en la batalla junto a los ejércitos. La imagen abajo muestra al tlacateccatl y al tlacochcalcatl, junto con otros dos oficiales (probablemente sacerdotes) conocidos como huitznahuatl y ticocyahuacatl, todos vestidos con sus trajes de batalla o tlahuiztli.

Entrenamiento

Los hijos de los nobles eran educados y entrenados en el calmécac donde recibían educación militar avanzada así como en otros temas tales como astronomía, calendarios, poesía y religión. Por otra parte los hijos de plebeyos fueron educados en el telpochcalli donde recibían formación militar básica y aprendían un oficio.

Rangos

En el ejército mexica había varias categorías y rangos. La categoría más baja eran los cargadores o tamemes, quienes llevaban armas y suministros. La siguiente categoría la conformaban los jóvenes del telpochcalli encabezados por sus sargentos o telpochyahque; Después iban los plebeyos yaoquizqueh, y finalmente los plebeyos que habían tomado cautivos en guerras anteriores, los llamados tlamani. Y por sobre estas categorías, iban los nobles de las "sociedades guerreras". Estos se agrupaban según el número de cautivos que habían tomado en anteriores batallas; el número de cautivos determinaba los diferentes trajes de los guerreros, llamados tlahuiztli, que se les permitía usar. Estos tlahuiztli eran cada vez más espectaculares conforme se ascendía de categoría, permitiendo a los mejores guerreros, los que habían tomado muchos cautivos, que los usaran en el campo de batalla.

Sociedades guerreras

Los guerreros sobresalientes en la batalla podían ser ascendidos a nobles y podían introducirse en algunas de las sociedades guerreras (al menos entre los guerreros águila y los guerreros jaguar). Los hijos de nobles capacitados en el calmécac sin embargo tenían que entrar en una de las sociedades progresando a través de los diferentes rangos, como cualquier otro soldado. Los guerreros podrían pasar de una sociedad a otra, cuando tuvieran suficiente mérito; exactamente cómo sucedía esto es incierto. Cada sociedad tenía diferentes modos de vestir y diferente armamento así como diferentes estilos de pintura corporal y facial y adornos en el uniforme.

Guerreros águila y guerreros jaguar

La mayor sociedad guerrera fue la de los guerreros águila (cuauhpipiltin, en singular cuauhpilli) y la de los guerreros jaguar (ocelopipiltin, en singular ocelopilli). Ambos vestían como el animal del que tomaban su nombre, algunos vistiendo pieles de grandes felinos y otros adornados con plumas de águila. Muchos de estos guerreros fueron representados en estatuas y en códices. La poesía mexica también usa con frecuencia la frase in cuauhtli, in ocelotl (‘las águilas, los jaguares’) para referirse a los nobles en la guerra. El cuartel de los guerreros águila y los guerreros jaguar fue el quauhcalli la ‘casa de las águilas’, situado en el recinto ceremonial en Tenochtitlán. Era el grupo de élite de las fuerzas armadas, algunos códices recogen la leyenda de que entraban en un profundo estado de meditación y podían permanecer en un sitio de cuclillas y sin moverse, sin comer ni beber durante al menos dos semanas, simplemente esperando el momento oportuno para atacar y matar de un golpe (como era usual) a su enemigo. Se estima que los guerreros águila y los guerreros jaguar causaron aproximadamente el 80% de las bajas españolas, antes, durante y después de la conquista.

Guerreros Otomies

Los otomíes (otomih u otontin) fueron otra sociedad guerrera la cual tomo su nombre de la gente otomí, la cual se resistió enérgicamente a la conquista. En fuentes históricas es frecuente confundir si la palabra otomitl (otomí) se refiere a los miembros de la sociedad guerrera mexica, o a los miembros del grupo étnico que muchas veces se unió a los ejércitos mexica como mercenarios o aliados.

Guerreros Rapados

Los guerreros rapados (cuachicqueh) eran la sociedad guerrera más prestigiosa. Sus cabezas estaban rapadas, excepto por una cresta de pelo al centro y una trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus calvas y rostros en una mitad azul y en la otra rojo o amarillo. Al iniciarse juraban no dar un paso atrás durante la batalla bajo pena de muerte a manos de sus camaradas.

Inteligencia

Debido a que el imperio mexica se mantenía a través de la guerra y la amenaza de guerra hacia otras ciudades, la recopilación de información acerca de esas ciudades era algo crucial en el proceso de preparación tanto para una sola batalla como para una campaña prolongada. También de gran importancia fue la comunicación de mensajes entre los jefes militares y los guerreros en el frente, para que las iniciativas políticas y los lazos de colaboración podrían establecerse y mantenerse. Así pues, la inteligencia y la comunicación fueron componentes vitales en la guerra mexica. Los cuatro tipos de agentes involucrados principalmente en estas tareas fueron los mercaderes, los embajadores oficiales, los mensajeros y los espías.

Comerciantes

Los comerciantes, en particular los llamados pochtecah, fueron tal vez la fuente más valiosa de información para la inteligencia del imperio mexica. Mientras viajaban por todo el imperio y más allá de este durante los intercambios comerciales con grupos fuera del control de los mexicas, el tlatoani solicitaba que al regreso los pochtecah volviesen con información general y específica sobre aquellos lares; como parte de dicha información se incluían datos acerca del clima político percibido en aquellas regiones donde se comerciaba, lo que permitía que el tlatoani evaluará las acciones necesarias tanto para prevenir invasiones como para mantener las hostilidades con grupos rebeldes o en posibilidad de rebelarse. Dado que el imperio de los mexicas fue expandiéndose, el papel de los comerciante adquirió mayor importancia; esto debido a que se hizo cada vez más difícil obtener información sobre sitios distantes en una manera oportuna, especialmente aquellos que se encontraban fuera del imperio; para contrarrestar esto, la comunicación y la alerta recibida de parte los comerciantes fue invaluable. A menudo, eran los comerciantes la clave para el éxito de la respuesta del ejército mexica ante las hostilidades externas. Si un comerciante era asesinado mientras realizaba sus actividades comerciales, esto podía constituir motivo para iniciar las hostilidades; la represalia rápida y violenta de los mexicas ante dicho evento constituye un testimonio de la inmensa importancia que los comerciantes tenían para el imperio mexica.

Los comerciantes fueron muy respetados en la sociedad mexica. Cuando los comerciantes viajaban hacia el sur, transportaban su mercancía por medio de canoas o por medio de esclavos, mismos que llevarían la mayoría de la mercancía a sus espaldas. Si la caravana tenía la probabilidad de pasar a través de un territorio peligroso, guerreros mexicas acompañaban a los viajeros para proporcionar una protección muy necesaria ante el ataque de animales salvajes y pueblos rivales. A cambio, los comerciantes proporcionaban un servicio a los militares del imperio espiando a buena parte de los enemigos del imperio mientras comerciaban en las ciudades enemigas. Así los comerciantes fueron capaces de ganarse la protección del Estado al tiempo que contribuían al progreso del imperio.

Embajadores

Una vez que los mexicas habían decidido conquistar un determinado altepetl, enviaban un embajador desde Tenochtitlan para ofrecer a la ciudad-estado en cuestión el convertirse en un protectorado mexica. Para ello, los embajadores explicaban los beneficios que las ciudades obtendrían gracias al comercio con el imperio. Los mexicas, a cambio, pedían oro o piedras preciosas para el tlatoani. Una vez expuestas las condiciones se daba al gobierno local 20 días para presentar su respuesta. Si era negativa, se enviaban nuevamente embajadores a persuadir a los gobernantes locales; sin embargo, estos nuevos embajadores iban con intenciones mas amenazadoras que sus predecesores, ya que en lugar de hablar de los beneficios del comercio, estos hombres podrían señalar la destrucción que las fuerzas del imperio podrían causar a la ciudad si esta declinaba la oferta. Nuevamente se concedían 20 días para presentar una respuesta. Si la respuesta era nuevamente negativa, el ejército mexica era enviado inmediatamente. No se daban más advertencias. Las ciudades eran destruidas y sus habitantes eran tomados prisioneros.

Mensajeros

Los mexicas utilizaban un sistema de mensajería en el cual hombres apostados aproximadamente cada 4.2 kilómetros (2.6 millas) a lo largo de los principales caminos del imperio se encargaban de retransmitir los mensajes hasta su destino, ya fueran hasta los ejércitos en el frente o hasta ciudades distantes y en las fronteras. Por ejemplo, los corredores podían ser enviados por el tlatoani para informar a los altepetl aliados sobre la movilización de tropas para sofocar alguna rebelión en las provincias. Los mensajeros también avisaban a las ciudades tributarias sobre del peso del ejército imperial con el propósito de que se supliesen sus necesidades de alimentos; así mismo también llevaban mensajes entre los ejércitos enemigos, y entregaban a Tenochtitlan noticias sobre el resultado de las guerras. Los mensajeros también fueron empleados en otras regiones de Mesoamérica, pero fueron los aztecas quienes aparentemente desarrollaron con mayor eficiencia este sistema, al punto de alcanzar este un impresionante alcance comunicativo.

Espionaje

Antes de una movilización militar, los espías formales (llamados quimichtin) eran enviados al territorio enemigo para reunir información que pudiera proveer ventaja al ejercito mexica. Concretamente, se les pedía que obtuviesen información acerca de los territorios a cruzar, las fortificaciones enemigas, así como detalles sobre el ejército enemigo y sus recursos. Estos espías también realizaban investigaciones buscando a los disidentes locales, a quienes pagaban para obtener información. Los quimichtin viajaban solo por la noche, e incluso hablaban la lengua y vestían al estilo del enemigo. Debido a la naturaleza extremadamente peligrosa de este trabajo (ya que se arriesgaban a sufrir una muerte tortuosa y la esclavización de su familia en caso de ser descubiertos), estos espías eran ampliamente recompensados ​​por su trabajo.
Los mexicas también recurrían a los servicios de un grupo particular de espías-comerciantes, conocidos como los naualoztomecah. Los naualoztomecah solían viajar disfrazados, y en su viaje buscaban información acerca de los bienes de las regiones que recorrían. Los naualoztomecah también recolectaban información en los mercados, la cual reportaban a los pochtecah de mas alta jerarquía.

Armas arrojadizas

Átlatl:Esta arma representaba al dios mexica Opochtli. También llamada lanzadardos o estólica, era un arma ampliamente utilizada por los pueblos precolombinos mesoamericanos, así como por sus equivalentes andinos. Lanzaba dardos de 1.80 metros de longitud, denominados tlacochtli, que tenían mas alcance y poder de penetración que las flechas disparadas con arco. Murales en Teotihuacan muestran guerreros usando esta arma característica de las culturas del México central.
Tlahuitolli: Arco de guerra, construido con madera del árbol de tepozán, por lo menos 1.52 metros de largo, el cual iba acordonado con tendón de animal.
Mitl: Flecha.
Tetotocamītl: Flecha de caceria.
Yaomitl: Flechas de guerra con puntas de obsidiana, pedernal, o hueso. Tipicamente tenían remeras hechas con plumas de pavo o pato.
Micomitl: Aljaba mexica, usualmente hecha de piel de animal, podía cargar veinte flechas.
Tematlatl: Una honda hecha con fibras de maguey, los mexicas usaban piedras ovaladas o bolas de barro (rellenas con piedras pequeñas o restos de obsidiana) como munición para esta arma. Bernal Díaz del Castillo, señaló que la lluvia de piedras lanzadas por los honderos mexicas, era tan furiosa que los soldados españoles, incluso aquellos que estaban bien blindados, resultaban heridos.

Tlacalhuazcuahuitl: Una cerbatana compuesta de una pieza de madera hueca, que usaba dardos de madera puntiagudos con remeras de algodón al final. Los dardos para esta arma usualmente estaban remojados en el veneno neurotóxico proveniente de algunos tipos de ranas arborícolas encontradas en las regiones del sur de México. Esta arma era mas común como instrumento de caza que como un instrumento de guerra.

Armas de mano

Macuahuitl:(Lit. Madera con hambre) Esta arma representaba al dios mexica Tezcatlipoca. Arma consistente en una maza de madera (parecida a un bate de críquet en su forma) con navajas de obsidiana afiladas, incrustadas en los bordes, las cuales se desgastaban o quebraban con el uso. Esta era el arma básica de los grupos de élite del ejército. Conocida en español con el nombre de origen taino "macana". Según los relatos escritos por conquistadores como Francisco de Aguilar y Bernal Díaz del Castillo, un golpe de esta arma podía decapitar a un caballo.
Cuahuitl: Un garrote hecho de madera dura, formado para representar las hojas de la planta de agave.
Tepoztopilli: Lanza de madera con una cabeza hancha alineada con filos de obsidiana.
Quauhololli: Maza con mango de madera el cual tenia una bola de madera, piedra, o cobre al final.
Huitzauhqui: Esta arma representaba al dios mexica Huitzilopochtli. Consistía en un garrote de madera (parecido a un bate de béisbol en su forma) con filos de obsidiana, o sílex a los lados, similar a la macana, pero de mayor tamaño.
ītztōpīlli: Una hacha, similar a un tomahawk, con una hoja hecha de piedra o cobre.
Macuahuitzoctli: Un mazo especial con filos de obsidiana por cuatro lados y una punta afilada.

Tecpatl: Esta arma representaba al dios mexica Xiuhtecuhtli. Se trataba de una daga con hoja de doble filo, hecha de obsidiana o pedernal, de entre 17 y 22 centímetros de largo, con un elaborado mango hecho de madera o piedra.

Armaduras y protección

Chimalli: Eran escudos hechos con diversos materiales; por ejemplo, madera, con la que se fabricaban los llamados cuauhchimalli o caña de maíz, con la que se confeccionaban los otlachimalli. también había escudos hechos con oro, o decorados con trabajos en plumas, llamados māhuizzoh chimalli.
Ichcahuipilli: Era una armadura de algodón acolchado remojada en salmuera de agua salada (el cual se cristalizaba dentro de el algodón), de uno o dos dedos de espesor. Este material era resistente a golpes con macuahuitl y a tiros con átlatl.
Ehuatl:(Lit: Piel) La túnica que los nobles usaban sobre su ichcahuipilli o tlahuiztli.
Tlahuiztli: Eran los trajes decorados de los guerreros prestigiosos y de los miembros de las sociedades guerreras. Estos trajes servían pare identificar a los guerreros de acuerdo a sus logros durante batalla, o también a su rango, alianza, o estado social como sacerdote o noble. Usualmente hechos para funcionar como una sola prenda con una apertura por detras, el tlahuiztli protegía todo el torso y la mayor parte de las extremidades del guerrero. El tlahuiztli estaba hecho con elementos de cuero, piel de animal, o algodón.
Pamitl: Eran las enseñas que los comandantes y guerreros destacados portaban en sus espaldas. Eran diseñadas para ser vistas a distancia.

Cuatepoztli: Era un yelmo esculpido de madera dura, formado para representar varios animales como monos aulladores, gatos salvajes, coyotes, aves, o dioses mexicas. Estos cascos protegían la mayor parte de la cabeza de un guerrero hasta la mandíbula, el diseño permitía al guerrero ver por la boca del animal, y estaban adornados de acuerdo al tlahuiztli del guerrero.

Campañas y batallas

Una vez que el tlatoani tomaba la decisión de ir a la guerra se daba la noticia en las plazas pidiendo la movilización del ejército con varios días o semanas de anticipación. Cuando las tropas estaban preparadas y cualquier altépetl aliado había sido advertido y había dado su consentimiento para participar en la campaña, la marcha comenzaba. Generalmente los primeros en marchar eran los sacerdotes llevando las efigies de los dioses, al día siguiente la nobleza marchaba encabezada por el tlacochcalcatl y el tlacateccatl. Y en el tercer día el grueso del ejército mexica marchaba, seguido por los guerreros de otras ciudades de la alianza (Tlacopan y Texcoco), y finalmente, las fuerzas aliadas de otras ciudades, en algunas de estas ciudades, se unían otros guerreros durante la marcha, mientras el ejército pasaba por sus ciudades. Gracias al eficiente sistema de caminos a lo largo del México central, el ejército mexica podía avanzar entre 19 y 32 kilómetros por día. El tamaño de los ejércitos mexica variaba considerablemente de pequeńos contingentes de entre unos cientos y unos pocos miles de guerreros, a grandes ejércitos con cientos de miles de guerreros. En la guerra contra Coixtlahuacan, el ejército mexica consistía de casi 200.000 guerreros y 100.000 tamemes. Otras fuentes mencionan ejércitos de hasta 700.000 hombres.

Combate

La lucha normalmente empezaba al amanecer. Se utilizaban señales de humo para avisar sobre el inicio de una batalla y para coordinar ataques entre diferentes divisiones del ejército. La señal para atacar era dada por instrumentos musicales como tambores y conchas de caracoles (tlapitzalli). Generalmente la batalla comenzaba con flechas y lanzas. El grueso del ejército estaba compuesto por plebeyos armados con arcos y hondas. Entonces los guerreros se lanzaban al ataque, y durante esta fase, antes de la lucha cuerpo a cuerpo, se utilizaba el átlatl. Esta arma lanza dardos era preferida para tiros cortos que las hondas y arcos, por ser mucho más letal. Los primeros guerreros en entrar en combate eran los más distinguidos guerreros de las sociedades cuachicque (‘rapados’) y otontin (otomí); luego seguían los guerreros águila y los guerreros jaguar; y finalmente los plebeyos y jóvenes primerizos. Hasta bien entrado el combate, los rangos se mantenían y los mexicas intentaban acorralar o flanquear al enemigo, pero una vez que el combate comenzaban a intensificarse, las filas se rompían, y cada guerrero libraba su propia contienda mano a mano. Los jóvenes que participaban por primera vez en batalla, normalmente no se les permitía luchar antes de que la victoria mexica estuviera asegurada, tras lo cual se trataría de capturar presos durante la huida del enemigo. Se dice que, durante las guerras floridas, los guerreros mexicas solo capturaban a sus enemigos en lugar de matarlos, a veces cortando un tendón o incapacitando de otra manera a sus enemigos. Esto ha sido utilizado como argumento para explicar la derrota de los mexicas ante los españoles, aunque hoy día se ha descartado dicha posibilidad. Por algunos, pero para la mayoría, apoyándose en fuentes documentales de primera categoría y validez, como Díaz del Castillo o López de Gómara, saben que la captura de prisioneros era prioritaria, de hecho el mismo Hernán Cortés salvó en más de una ocasión la vida gracias a esta costumbre bélica mexica. Otras maniobras tácticas de los mexicas, consistían en fingir retiradas y luego tender emboscadas: pequeños grupos de soldados mexicas atacaban primero y se retiraban con lo que atraían y hacían caer al enemigo en una trampa, llevándolos a lugares donde había más guerreros ocultos.

Si un enemigo intentaba refugiarse en su ciudad, la batalla continuaba. Pero como normalmente, el objetivo era conquistar una ciudad no destruirla. Una vez que la ciudad era conquistada el templo principal era incendiado, proclamando a lo lejos, a todos los pueblos cercanos, la victoria de los mexicas. Si los enemigos aún se negaban a entregar el resto de la ciudad, esta podría ser incendiada, pero esto era poco frecuente.